
El sabor que deja huellas: la historia detrás del Bad Johnnie
*Este contenido es patrocinado por Johnnie Walker
En Puerto Rico vivimos donde otros sueñan vacacionar. Entre piraguas de parcha, helados de coco y cafecito mañanero, nuestros sabores no sólo refrescan: cuentan historias.
A esa lista de placeres que marcan a locales y visitantes por igual se suma ahora un nuevo protagonista: el Bad Johnnie, un cóctel que nace de la creatividad boricua y que ya dejó su huella.
Roberto Berdecia, fundador de La Factoría y uno de los mixólogos más reconocidos de la isla, fue el encargado de crear un trago que representara la esencia de Puerto Rico dentro de la campaña “Huellas Boricuas” de Johnnie Walker.


Lo que comenzó como un reto creativo terminó convertido en un símbolo cultural.
El reto: crear algo genuinamente boricua 🇵🇷
Cuando Johnnie Walker lo invitó a desarrollar un cóctel que hablara de nuestra identidad, la encomienda tenía una condición muy particular: debía poder prepararse en cualquier lugar, desde los bares más sofisticados hasta un chinchorro de carretera.
“Cuando me dijeron que tenía que poder hacerse en un chinchorro, ahí fue que dije: esto hay que meterle en serio”
La marca quería rendir homenaje a los boricuas que dejan huella dentro y fuera de la isla, y eligió a Roberto como parte de esa representación. Para él, fue un honor inesperado.
“Lo curioso es que una marca que no se produce en Puerto Rico haya decidido reconocer nuestra aportación. Ese contraste lo hace todavía más especial”, explica.
La inspiración: de las piraguas y helados al cóctel perfecto 🔥
Roberto comenzó su búsqueda entre sabores cercanos a la memoria colectiva boricua. El whisky con agua de coco ya tenía un lugar asegurado en nuestras plazas y fiestas, pero él quería arriesgarse a algo distinto.

Probó mentalmente con tamarindo, piña y otras frutas tropicales, hasta que la parcha se impuso como la opción ganadora.
“La parcha representa la montaña y el coco la playa. Y lo que más me gusta de Puerto Rico es que en cuestión de minutos puedes estar en ambos escenarios. Eso no lo he visto en muchos lugares del mundo”, cuenta.
La chispa final llegó con un recuerdo de infancia: los carritos de heladitos y sus campanitas pregonando “piña, coco y parcha”. Ese sonido fue el click definitivo que le dio forma al Bad Johnnie.
La fórmula ganadora 💯
El cóctel es sencillo en apariencia, pero sorprendente en sabor: tres onzas de agua de coco, dos de jugo de parcha y dos de whisky.
Roberto aclara que la clave está en la proporción. “El agua de coco es más sutil que la parcha, que puede ser muy invasiva. Por eso lleva un poquito más de coco. Así se logra el balance”.

Lo más llamativo es que se trata de una mezcla atípica. “Una amiga me dijo: ‘pero ¿qué es esta cosa rara?’. Y tenía razón, porque la parcha con coco no se mezcla tradicionalmente. Menos aún con whisky. Y eso es lo que lo hace diferente”.
Más que un trago: un reflejo de Puerto Rico ❤️🔥
Para Roberto, el Bad Johnnie es mucho más que un cóctel con buena acogida. Representa un viaje personal y colectivo. Hace más de una década, en una competencia mundial, descubrió que Puerto Rico aún tenía mucho camino por recorrer en coctelería.
“Allá afuera el nivel era altísimo y nosotros estábamos jugando nuestra propia película, pensando que era suficiente. Fue un baño de realidad”
Ese momento lo marcó. En lugar de rendirse, decidió que su misión sería elevar el nombre de Puerto Rico en la industria. Desde entonces, cada vez que viaja lleva consigo la bandera y nuestra música.
“Me gusta que la gente descubra que su artista favorito, o el ritmo que más bailan, es boricua. Tenemos demasiado que compartir con el mundo”, expresó el mixólogo.
El Bad Johnnie en su hábitat natural
🍹¿Dónde se disfruta mejor este trago?
- Roberto lo tiene claro: en lugares que son postales de la isla. “El Morro, El Yunque, Combate, Punta Borinquen, la base de Ceiba… y por supuesto, en la montaña, chinchorreando”, enumera sin dudar.
El Bad Johnnie es, en esencia, un homenaje a esa dualidad tan nuestra: la montaña y la playa, lo cotidiano y lo inesperado, lo clásico y lo rebelde. Es Puerto Rico en un vaso, con un toque atrevido que invita a dejar huella.
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