
Siete próceres puertorriqueños: Conoce sus trayectorias y legados
Bienvenidos a Primera Persona, un nuevo rincón de Platea donde exploraremos publicaciones y reflexiones profundamente conectadas con Puerto Rico, esas que te hacen sentir un cosquilleo del bueno en el corazón.
La historia de Puerto Rico es también la historia de su gente, de aquellas figuras cuyo legado trasciende fronteras y épocas, y nos recuerda lo que significa llevar la mancha de plátano bien pero que bien pintá’.
Ya sea desde sus trincheras individuales, como la educación, la política, el deporte o las artes, estos hombres y mujeres consiguieron moldear nuestra identidad boricua mediante sus palabras y actos trascendentales.
Para entender nuestra isla y su actualidad, más aún en tiempos en los que nuestros diálogos sociales nos invitan a reflexionar sobre quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos, redescubrir a nuestros próceres se convierte en un acto de reafirmación.

Eugenio María de Hostos
Profesor, filósofo, sociólogo, escritor y líder independentista
El mayagüezano Eugenio María de Hostos, defensor de la soberanía puertorriqueña y cubana, fue bautizado como “Ciudadano de América” por su extensa labor pedagógica y su defensa de la justicia social alrededor del continente.
Nacido en 1839 en el barrio Río Cañas Arriba de la Sultana del Oeste, Hostos partió hacia Madrid para formarse en derecho, filosofía y letras en la Universidad Central de Madrid, hoy Universidad Complutense. Allí, impulsó la causa nacionalista de las entonces colonias españolas mediante su novela La peregrinación de Bayoán y su apoyo del Grito de Lares.
Tras sus estancias por Nueva York, Perú, el Cono Sur y Venezuela, Hostos fundó en 1880 la primera Escuela Normal en República Dominicana, e impulsó la creación de un “ejército de maestros“ a lo largo de la nación hermana. Hoy todavía se le rinde homenaje en la vecina república, donde sus restos aún yacen, de acuerdo con su deseo final de que fueran trasladados a Puerto Rico solo cuando la isla alcanzara su independencia.

Ramón Emeterio Betances
Médico, diplomático, historiador, periodista y líder independentista
Cuando una epidemia de cólera arrasó la costa oeste de Puerto Rico en 1856, el caborrojeño Ramón Emeterio Betances, recién llegado tras revalidar su título de cirujano en París, estableció y administró el ahora Hospital San Antonio, donde se dedicó incansablemente a atender a boricuas de todas las clases sociales. Con el tiempo, su labor altruista le valió el apodo de “Padre de los Pobres”, ya que a menudo brindaba atención médica sin cobrar a quienes no podían pagar.
Durante su tiempo en la capital francesa, Betances se impregnó de pensamientos liberales y humanitarios que influenciaron su activismo posterior. En Puerto Rico, participó activamente en la emancipación de esclavos, de manera que se convirtió en líder dentro del movimiento abolicionista local.
Junto a Hostos, Betances es reconocido como uno de los principales líderes del movimiento independentista puertorriqueño. Fue figura central en la planificación y ejecución del Grito de Lares, y aunque su derrota le provocó el exilio hasta su muerte, su legado lo ha consolidado como el Padre de la Patria puertorriqueña.

Pedro Albizu Campos
Ingeniero químico, abogado y político
Pedro Albizu Campos se crió en el barrio Tenerías de Ponce bajo la sombra del rechazo de su padre, quien lo consideraba ilegítimo, y la muerte de su madre. Pese a sus adversidades, las oportunidades de la vida y su brillantez lo llevaron a cursar derecho en la Universidad de Harvard, donde se solidarizó con las luchas de liberación nacional en Irlanda y en la India. Debido a la discriminación racial de la época, a pesar de recibir la puntuación más alta de su promoción, se le impidió graduarse con el resto de su clase.
Albizu Campos regresó a la isla después a sus estudios para desempeñarse en la práctica legal a favor de la causa independentista. Ingresó a las filas del Partido Nacionalista de Puerto Rico y en pocos años alcanzó su liderazgo, bajo el cual la organización adoptó una postura de acción directa contra el régimen estadounidense de la época. Por su elocuencia, carisma natural y fervor patriótico, fue denominado por muchos como “El Maestro“.
Bajo la dirección de Albizu Campos, y el contexto de políticas de represión colonial como la Ley de Mordaza, la creciente militancia del nacionalismo boricua condujo a levantamientos armados con las autoridades locales en 1950. Estos eventos resultaron en su arresto y encarcelamiento, después de lo cual líder político denunció haber sido sometido a prácticas de tortura que deterioraron gravemente su salud.
Albizu Campos falleció en 1965, y su legado perdura como símbolo de la lucha por la independencia puertorriqueña.

Julia de Burgos
Poetisa, dramaturga, redactora, activista política y maestra
La mayor de trece hermanos y criada en Carolina, Julia Constancia Burgos García adquirió un gusto por la poesía desde temprana edad. A pesar de las adversidades económicas, su dedicación a los estudios le permitió obtener una beca para asistir a la Universidad de Puerto Rico, de donde se graduó como maestra. Posteriormente, ejerció en Naranjito, donde se inspiró y escribió su poema más famoso, “Río Grande de Loíza”.
¡Río Grande de Loíza! … Mi manantial, mi río,
desde que alzóse al mundo el pétalo materno;
contigo se bajaron desde las rudas cuestas
a buscar nuevos surcos, mis pálidos anhelos;
y mi niñez fue toda un poema en el río,
y un río en el poema de mis primeros sueños.
Durante sus estancias en La Habana y Nueva York, Julia se sumergió en círculos intelectuales y publicó obras que desafiaban las normas de su época, como “Poema en veinte surcos“ y «Canción de la verdad sencilla». Estos textos, que exploraban temas como el feminismo, la independencia de Puerto Rico y la introspección personal, la posicionaron como una de las voces más audaces de su generación.
Hoy, Julia de Burgos es considerada una de las figuras más emblemáticas de la literatura puertorriqueña, con versos que tocan a lectores de todas generaciones, y su legado persiste a través de homenajes desde Carolina hasta El Bronx en Nueva York.

Lola Rodríguez de Tió
Poetisa, educadora, abolicionista y líder independentista
Oriunda de San Germán, Dolores Rodríguez de Tió demostró desde muy joven una pasión por las letras y una sensibilidad profunda hacia las injusticias sociales de su tiempo, que se demuestra en sus versos sobre su amor a la patria y su deseo de libertad. En 1863, contrajo matrimonio con el periodista Bonocio Tió Segarra, con quien compartió ideales políticos y culturales, y fomentó el debate sobre la independencia y los derechos humanos.
La vida de Lola estuvo marcada por su compromiso con la independencia de Puerto Rico y la abolición de la esclavitud. En 1868, inspirada por el Grito de Lares, escribió la primera versión de «La Borinqueña», previo a la letra del actual himno nacional. Su activismo la llevó al exilio en varias ocasiones y residió en Venezuela y Cuba, donde continuó su labor literaria y política. Publicó obras como “Mis cantares“ (1876) y “Claros y nieblas“ (1885).
Además de ser la primera mujer puertorriqueña en publicar una colección de poesía, su obra refleja una fusión del sentimiento nacionalista con la estética literaria del romanticismo, y la sitúa como una referencia en los estudios literarios puertorriqueños.

Rafael Hernández Marín
Compositor
El aguadillano Rafael Hernández Marín, recordado como “El Jibarito“, fue un diestro musical desde joven. A los 12 años, inició su formación musical formal en San Juan, donde alcanzó dominar instrumentos como el clarinete, la tuba, el violín, el piano y la guitarra. En 1917, durante la Primera Guerra Mundial, Hernández Marín se unió al ejército de los Estados Unidos y formó parte de los Harlem Hellfighters y su banda, Hellfighters Band, con la cual difundió la música jazz y afroamericana por Europa.
Tras finalizar la guerra, se estableció en Nueva York, donde fundó el Trío Borinquen. Posteriormente, durante su estancia en México en la década de 1930, compuso algunas de sus obras más emblemáticas, entre ellas “Lamento Borincano“ y “Preciosa“, hoy himnos que capturan la esencia y nostalgia de la identidad puertorriqueña.
El legado de Rafael Hernández es inmenso, con más de 3,000 composiciones que abarcan géneros como boleros, guarachas y danzas. Sus canciones han sido interpretadas por artistas de renombre internacional, lo que lo ha consolidado como uno de los compositores más trascendentales de la música puertorriqueña.

Roberto Clemente Walker
Pelotero
Roberto Clemente forjó su leyenda en el béisbol desde su paso por los Cangrejeros de Santurce, donde llamó la atención de las Grandes Ligas. Su ética de trabajo, cultivada ayudando a su padre en los cañaverales de Carolina, y su talento natural, evidente desde niño en el barrio San Antón, definieron su camino al estrellato.
A lo largo de su carrera de 18 temporadas con los Piratas de Pittsburgh, Clemente acumuló 3,000 hits, ganó 12 Guantes de Oro y fue nombrado Jugador Más Valioso de la Serie Mundial en 1971. Sin embargo, su impacto trascendió el deporte: generó renombre por su compromiso humanitario, y organizó y participó en numerosas iniciativas benéficas.
Su vida se vió truncada en 1972, cuando falleció en un accidente aéreo mientras transportaba ayuda a las víctimas de un terremoto en Nicaragua. Tan solo un año después, póstumamente, se convirtió en el primer latinoamericano en ingresar al Salón de la Fama del Béisbol, y hasta el día de hoy, el Premio Roberto Clemente homenajea al final de cada temporada de Grandes Ligas al jugador que mayor ha ejemplificado su dedicación al deporte y a su comunidad.
Zambúllete en tu cultura
Mientras seguimos definiendo lo que significa ser puertorriqueño en el siglo presente, conocer a nuestros héroes nacionales nos puede empujar hacia el futuro con la misma pasión que ellos defendieron sus convicciones.
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